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sábado, 13 de mayo de 2017

Un flechazo de la droga más adictiva, la obsesión.

Cuando nos referimos al amor, un concepto difícil de definir, pero algo real y propio de la condición humana, hablamos de una especie de “sentimiento” incontrolable e involuntario que le da vida y sentido a nuestra realidad. Pues, claramente el mundo no sería igual a lo que es si no existiera esta fuerza “divina” que llena y conecta a las personas, creándose así, lazos duraderos, que, al ser auténticos, pueden llegar a ser incluso hasta que la muerte los separe. El amor lo es todo, un mundo sin amor no sería propiamente un “mundo”, pues la soledad reinaría en las personas y no existiría aquella “magia” que hace de cada lugar uno más bello y alegre. Este concepto es algo que resalta bastante en la melancólica y clásica obra “El amor en los tiempos de cólera” del talentoso escritor colombiano, Gabriel García Márquez.
En esta obra, se presenta un “amor” complejo entre dos personas que, si bien parecía real, nunca tuvo la oportunidad de desenvolverse con una fluidez natural y pura, pues hubo muchos obstáculos de por medio que impidieron que esta relación se concretara de una manera “sana “y formal, además, la actitud de uno de los personajes sobrepasa los límites de los que es el verdadero amor, llevándolo a una situación de extrema locura.
Florentino Ariza era un hombre “especial” de aspecto físico delgado y altura promedio, padecía de miopía y siempre vestía de negro, lo que le daba una apariencia media “sombría”, era apasionado al romance y estaba locamente enamorado de Fermina Daza, una joven y hermosa mujer rica, hija de un hombre exigente que lo único que buscaba era ascender socialmente.
Como podemos ver en la obra, Fermina y Florentino se conocen luego de que Florentino, quien trabajaba en una agencia de telegrama, fuera a entregarle algo a Lorenzo Daza, el padre de Fermina. En ese preciso momento, Florentino visualiza a una mujer hermosa y joven, de la cual no podía quitar la mirada, lo que ocurrió en su interior al verla fue una locura, algo como un amor a primera vista, “un flechazo de la droga más adictiva”, que le provoco desde ese día, una   obsesión incontrolable, que le provoco no poder quitársela de la cabeza nunca más. Es así como de un momento a otro, Fermina se convierte en su “razón de vivir”, cambiando completamente su vida. “Fue de ese modo inocente como Florentino Ariza inició su vida sigilosa de cazador solitario. Desde las siete de la mañana se sentaba solo en el escaño menos visible del parquecito, fingiendo leer un libro de versos a la sombra de los almendros, hasta que veía pasar a la doncella imposible…” (pág. 79). Esta cita evidencia como esta tan profunda obsesión” lo lleva a manifestar comportamientos bastante extremos, como lo es el hecho de espiarla o acosarla disimuladamente. Llegando incluso en mi opinión a actuar como un psicópata que inconscientemente solo busca satisfacer su obsesión.
Al estar experimentando todo esto, Florentino se anima un día a entregarle una carta a Fermina, en la cual expresaba toda esta locura que estaba sintiendo por ella, cuando esta la recibe, lo hace de una manera muy “tímida” e “insegura”, pues, ella sabe lo exigente y crítico que es su padre en torno a sus partidos amorosos, y Florentino no era exactamente el más apropiado a sus ideales. Es así como comienza una especie de “relación” entre ambos, basada únicamente en manifestaciones de amor a través de cartas, las cuales no duraron mucho tiempo.  “Intercambian varias cartas de amor. Sin embargo, una vez que el padre de  Fermina, Lorenzo Daza, se entera de la relación, obliga a su hija a dejar de ver a Florentino inmediatamente”. (pág. 107).  En esta cita podemos observar la actitud manifestada por Lorenzo Daza ante este “romance”, pues como mencionamos anteriormente era un hombre exigente, quien buscaba beneficiarse a través de los romances de su hija y claramente con Florentino Ariza de su mano, no sería el caso. En consecuencia, el padre de Fermina decide llevársela a un largo viaje con el fin de que se olvide de aquel hombre, a pesar de esto, ambos siguen comunicados por cartas, las cuales llegan a ser tan “poderosas” que terminan por abordar la planeación de una boda al momento en que ella regrese. Fue así como paso el tiempo y Fermina finalmente volvió de su viaje, Florentino estaba muy emocionado y feliz, ya que su soñado romance se había mantenido de la mejor manera a pesar de la distancia, gracias de las cartas, pero las cosas no eran tan perfectas como parecían. “Sin embargo, a su regreso, Fermina se da cuenta de que su relación con Florentino no era más que un sueño, ya que son prácticamente desconocidos; rompe su compromiso con Florentino y tira todas sus cartas”. (pág. 153). Esta cita representa la triste realidad que tuvo que enfrentar Florentino, pues, al fin y al cabo, esta no era nada más que una profunda ilusión. Prácticamente no se conocían ni nunca habían tenido un contacto directo, lo que evidencia que la idea de casarse, no era más que una tontería. El complejo romance tuvo muchas dificultades para desarrollarse, por distintas razones que impidieron el avance y el fortalecimiento de un amor “mutuo”, que en realidad más que algo reciproco, era una obsesión maniática y loca por parte de Florentino, ya que, siquiera conocía a Fermina y ya estaba liado a ella como si hubieran convivido hace muchos años atrás, cosa que triste y claramente ella no compartía de la misma manera. Como podemos ver, Florentino estaba cegado producto de su obsesión por Fermina, no lograba razonar y darse cuenta las locuras que estaba haciendo por un “amor” socialmente improbable, estaba actuando como un verdadero niño inmaduro. Pero esto no es todo, la locura continua, luego de que Fermina se compromete con el Doctor Urbino, Florentino se decide a esperar la muerte del Doctor Urbino, para estar con Fermina, sin importar todo lo que pudiera demorar, considerando que además de ser un doctor, era un hombre joven. La pregunta es: ¿Quién en su sano juicio puede llegar a estos extremos?, ¿desear la muerte de alguien por amor? “habían transcurrido desde entonces cincuenta y un años, nueve meses y cuatro días”, “no había pasado un día sin que ocurriera algo que lo hiciera acordarse de ella” (pág. 83). Para concluir, esta cita respalda la extrema condición en la que se encontraba Florentino, aparentemente ya había perdido la razón, después de cincuenta años, nueves meses y cuatro días seguía sintiendo exactamente lo mismo por Fermina, pero, ¿es esto algo malo?, pues no, pero al complementarse con todos los comportamientos vinculados a la locura que sostuvo, podemos afirmar que fue un hombre flechado por la obsesión y no el amor propiamente tal.
  


                                                                                                                                                          Andrés Gárate

2 comentarios:

  1. Andres, creo que tu texto esta muy bien logrado. Incluye una variedad de citas que logran convencer y afirmar tu punto, no hablas por hablar si no que dejas en claro que tus puntos son validos. Si bien no es columna que mas me gustó, si creo que es la mas completa en cuanto a contenido.

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  2. Esta columna me pareció increíble, no solo por lo bien estructurado de las ideas, sino más bien como se llevó a cabo el tema principal de la columna. Las citas van de acuerdo a lo que se habla y bien contextualizadas a la temática principal ("un flechazo a la droga más adictiva, la obsesión"). Además estoy totalmente de acuerdo con la postura del autor de la columna, ya que la manera la cual redacta su tesis está totalmente coordinada con lo que explica, lo cual engancha y atrae fácilmente al lector. Sinceramente la mejor columna que he leído hasta ahora.
    Vicente Velásquez

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