Cuando nos
referimos al amor, un concepto difícil de definir, pero algo real y propio de
la condición humana, hablamos de una especie de “sentimiento” incontrolable e
involuntario que le da vida y sentido a nuestra realidad. Pues, claramente el
mundo no sería igual a lo que es si no existiera esta fuerza “divina” que llena
y conecta a las personas, creándose así, lazos duraderos, que, al ser
auténticos, pueden llegar a ser incluso hasta que la muerte los separe. El amor
lo es todo, un mundo sin amor no sería propiamente un “mundo”, pues la soledad
reinaría en las personas y no existiría aquella “magia” que hace de cada lugar
uno más bello y alegre. Este concepto es algo que resalta bastante en la
melancólica y clásica obra “El amor en los tiempos de cólera” del talentoso
escritor colombiano, Gabriel García Márquez.
En esta obra, se
presenta un “amor” complejo entre dos personas que, si bien parecía real, nunca
tuvo la oportunidad de desenvolverse con una fluidez natural y pura, pues hubo
muchos obstáculos de por medio que impidieron que esta relación se concretara
de una manera “sana “y formal, además, la actitud de uno de los personajes
sobrepasa los límites de los que es el verdadero amor, llevándolo a una
situación de extrema locura.
Florentino Ariza
era un hombre “especial” de aspecto físico delgado y altura promedio, padecía
de miopía y siempre vestía de negro, lo que le daba una apariencia media
“sombría”, era apasionado al romance y estaba locamente enamorado de Fermina
Daza, una joven y hermosa mujer rica, hija de un hombre exigente que lo único que
buscaba era ascender socialmente.
Como podemos ver
en la obra, Fermina y Florentino se conocen luego de que Florentino, quien
trabajaba en una agencia de telegrama, fuera a entregarle algo a Lorenzo Daza,
el padre de Fermina. En ese preciso momento, Florentino visualiza a una mujer
hermosa y joven, de la cual no podía quitar la mirada, lo que ocurrió en su
interior al verla fue una locura, algo como un amor a primera vista, “un
flechazo de la droga más adictiva”, que le provoco desde ese día, una obsesión incontrolable, que le provoco no
poder quitársela de la cabeza nunca más. Es así como de un momento a otro,
Fermina se convierte en su “razón de vivir”, cambiando completamente su vida. “Fue de ese modo inocente como Florentino Ariza
inició su vida sigilosa de cazador solitario. Desde las siete de la mañana se
sentaba solo en el escaño menos visible del parquecito, fingiendo leer un libro
de versos a la sombra de los almendros, hasta que veía pasar a la doncella
imposible…” (pág. 79). Esta cita evidencia como esta tan profunda
obsesión” lo lleva a manifestar comportamientos bastante extremos, como lo es
el hecho de espiarla o acosarla disimuladamente. Llegando incluso en mi opinión
a actuar como un psicópata que inconscientemente solo busca satisfacer su
obsesión.
Al estar experimentando todo esto, Florentino se
anima un día a entregarle una carta a Fermina, en la cual expresaba toda esta
locura que estaba sintiendo por ella, cuando esta la recibe, lo hace de una
manera muy “tímida” e “insegura”, pues, ella sabe lo exigente y crítico que es
su padre en torno a sus partidos amorosos, y Florentino no era exactamente el
más apropiado a sus ideales. Es así como comienza una especie de “relación”
entre ambos, basada únicamente en manifestaciones de amor a través de cartas,
las cuales no duraron mucho tiempo. “Intercambian varias cartas de amor. Sin
embargo, una vez que el padre de Fermina,
Lorenzo Daza, se entera de la relación, obliga a su hija a dejar de ver a
Florentino inmediatamente”. (pág. 107). En esta cita podemos observar la actitud
manifestada por Lorenzo Daza ante este “romance”, pues como mencionamos
anteriormente era un hombre exigente, quien buscaba beneficiarse a través de los
romances de su hija y claramente con Florentino Ariza de su mano, no sería el
caso. En consecuencia, el padre de Fermina decide llevársela a un largo viaje
con el fin de que se olvide de aquel hombre, a pesar de esto, ambos siguen
comunicados por cartas, las cuales llegan a ser tan “poderosas” que terminan
por abordar la planeación de una boda al momento en que ella regrese. Fue así
como paso el tiempo y Fermina finalmente volvió de su viaje, Florentino estaba
muy emocionado y feliz, ya que su soñado romance se había mantenido de la mejor
manera a pesar de la distancia, gracias de las cartas, pero las cosas no eran
tan perfectas como parecían. “Sin
embargo, a su regreso, Fermina se da cuenta de que su relación con Florentino
no era más que un sueño, ya que son prácticamente desconocidos; rompe su
compromiso con Florentino y tira todas sus cartas”. (pág. 153). Esta
cita representa la triste realidad que tuvo que enfrentar Florentino, pues, al
fin y al cabo, esta no era nada más que una profunda ilusión. Prácticamente no
se conocían ni nunca habían tenido un contacto directo, lo que evidencia que la
idea de casarse, no era más que una tontería.
El complejo romance tuvo muchas dificultades para desarrollarse, por distintas
razones que impidieron el avance y el fortalecimiento de un amor “mutuo”, que
en realidad más que algo reciproco, era una obsesión maniática y loca por parte
de Florentino, ya que, siquiera conocía a Fermina y ya estaba liado a ella como
si hubieran convivido hace muchos años atrás, cosa que triste y claramente ella
no compartía de la misma manera.
Como podemos ver, Florentino estaba cegado producto de su obsesión por Fermina,
no lograba razonar y darse cuenta las locuras que estaba haciendo por un “amor”
socialmente improbable, estaba actuando como un verdadero niño inmaduro. Pero
esto no es todo, la locura continua, luego de que Fermina se compromete con el
Doctor Urbino, Florentino se decide a esperar la muerte del Doctor Urbino, para
estar con Fermina, sin importar todo lo que pudiera demorar, considerando que
además de ser un doctor, era un hombre joven. La pregunta es: ¿Quién en su sano
juicio puede llegar a estos extremos?, ¿desear la muerte de alguien por amor? “habían transcurrido desde entonces
cincuenta y un años, nueve meses y cuatro días”, “no había pasado un día sin
que ocurriera algo que lo hiciera acordarse de ella” (pág.
83). Para concluir, esta cita respalda la extrema
condición en la que se encontraba Florentino, aparentemente ya había perdido la
razón, después de cincuenta años, nueves meses y cuatro días seguía sintiendo
exactamente lo mismo por Fermina, pero, ¿es esto algo malo?, pues no, pero al
complementarse con todos los comportamientos vinculados a la locura que
sostuvo, podemos afirmar que fue un hombre flechado por la obsesión y no el
amor propiamente tal.
Andres, creo que tu texto esta muy bien logrado. Incluye una variedad de citas que logran convencer y afirmar tu punto, no hablas por hablar si no que dejas en claro que tus puntos son validos. Si bien no es columna que mas me gustó, si creo que es la mas completa en cuanto a contenido.
ResponderEliminarEsta columna me pareció increíble, no solo por lo bien estructurado de las ideas, sino más bien como se llevó a cabo el tema principal de la columna. Las citas van de acuerdo a lo que se habla y bien contextualizadas a la temática principal ("un flechazo a la droga más adictiva, la obsesión"). Además estoy totalmente de acuerdo con la postura del autor de la columna, ya que la manera la cual redacta su tesis está totalmente coordinada con lo que explica, lo cual engancha y atrae fácilmente al lector. Sinceramente la mejor columna que he leído hasta ahora.
ResponderEliminarVicente Velásquez