Por: Simón Alonso
“Noches Blancas” es un libro de Fiódor Dostoievki cuyo
desarrollo del tema del amor y la amistad pasa principalmente en las
interacciones entre el protagonista y una mujer llamada Nástenka sin dar mucha
importancia a otros personajes que tienen o podrían tener una importancia en la
historia y el supuesto cambio que algunos pasan a lo largo de la historia.
Para empezar, hablaré del joven inquilino del que Nástenka se
enamoró pero tuvo que viajar a Moscú por
un año antes de reunirse con ella otra vez y casarse un tiempo después. Él
conoció a Nástenka cuando iba a alquilar el desván de la casa de la chica y su
abuela. Durante una reunión la abuela le pidió a su nieta que le busque las
cuentas, sin embargo, Nástenka estaba cocida al lado de su abuela a través de
un imperdible. Al pararse y buscar las cuentas, la joven muchacha tiró muy
fuerte del sillón de su abuela haciendo que rompa a llorar. Desde entonces, el
inquilino empezó a mandar libros franceses (algunos de Walter Scott) a ella,
hasta que un día se encontraron en la escalera y entonces el inquilino invitó a
Nástenka y a su abuela a ver “El Barbero de Sevilla” en el teatro. Desafortunadamente
para Nástenka, desde entonces, las interacciones entre los dos han disminuido
considerablemente, hasta que el joven anunció que se iba a Moscú por un año. En
ese momento, Nástenka se le declaró, el inquilino hizo lo mismo, pero no
podrían estar juntos hasta que vuelva de Moscú, momento en el que le escribiría
una carta o se presentaría en frente de ellas. Si bien todo esto parece
interesante y llega a causar curiosidad lo que ha estado pasando el inquilino
durante su año en Moscú y lo que hizo tras volver de ahí, el libro se centra
más sobre la discusión entre Nástenka y el protagonista sobre si el inquilino
en serio la amó, lo que no está nada mal, pero cuando nos centramos sólamente
en la conversación sin mostrar en lo más mínimo lo que hace el inquilino, la
historia nos hace creer que él ya no la quiere hasta el final de la cuarta
noche, en el que los dos se vuelven a encontrar y el inquilino la recibe con
brazos abiertos y ella lo acepta tal como lo describió el protagonista: “Luego,
sin decir ni una palabra, corrió hacia él, le cogió la mano y le arrastró tras
ella” (página 86). Esto genera varias preguntas como por ejemplo, “¿por qué
el inquilino no contactó a Nástenka?” o “¿por qué de repente recibió Nástenka
con brazos abiertos al inquilino, si creía que ya no la amaba?”.
Otro personaje del que quiero hablar es la abuela de Nástenka,
una anciana ciega que tras la muerte de los padres de su nieta, unió su vestido
al de ella con un imperdible para que Nástenka no haga travesuras. Durante la
historia de Nástenka que ella va contando, la abuela hace algunos comentarios
sobre los libros franceses que el inquilino les mandaba: preguntaba si eran
morales, y si lo eran, le decía a su nieta que no los lea porque, según ella, “aprenderías
cosas malas. Cuentan cómo los jóvenes
seducen a las muchachas de buena costumbre, y bajo el pretexto de querer
casarse con ellas se las llevan de la casa paterna, y de cómo luego las
abandonan a las pobres a su suerte, dejándolas deshonradas” (página 52). Si
bien ella no aparece de forma significativa en la historia, por lo menos sus
visiones en el amor entre jóvenes podría haber influenciado el pensamiento de
Nástenka, cosa que no se ve.
El último personaje del que quiero hablar es el mismo
protagonista. Un “poeta” soñador que vive en San Petersburgo quien en los ocho
años que pasó hasta ahora en la ciudad, no pudo establecer ni una amistad. Eso,
hasta que conoció a Nástenka, mujer de la que se enamoró aunque ella lo
consideraba un amigo. Al inicio de la relación, el protagonista le confiesa a
Nástenka lo siguiente: “he perdido la costumbre de tratar con las mujeres;
mejor dicho, no he tratado con ninguna de ellas, soy un ser solitario. Ni
siquiera se como hablarles.. Ni incluso ahora” (página 22). A medida que se
desarrolla la relación entre los dos, el protagonista empieza a abrirse más a
Nástenka y termina por declararle su amor a ella, quien lamentablemente es
arrebatada por el joven inquilino que volvió de Moscú. A pesar de estar
devastado, el soñador respeta la decisión de Nástenka, a través de estas
palabras: “¡que tu cielo resplandezca, que tu sonrisa sea clara y serenan
que Dios te bendiga por ese minuto de felicidad que concediste a otro corazón
solitario y agradecido!” (página 90).
Ahora, todo esto es bueno, pero, ¿qué no se supone que el protagonista
sabe ahora cómo abrirse a las mujeres? Pasan 15 años después del reencuentro
entre Nástenka y el inquilino, ¿y el protagonista no trata de conquistar otra
mujer? Esto hace que el desarrollo del protagonista cuando se viene a hablar
con mujeres y entenderlas se sienta como si no se ha desarrollado nada en
absoluto.
En conclusión, “Noches Blancas” es un libro que aunque es
capaz de manejar una relación amorosa y/o amistosa entre dos personajes, ignora
cosas tales como personajes que al no poder saber su lado en ciertos momentos
de la historia genera preguntas sobre tal personaje y su relación, personajes
que podrían afectar indirectamente la historia influyendo en el punto de vista
de otros o hasta los cambios que uno de los personajes principales debió haber
pasado por su experiencia en la relación y lo que ha aprendido de ella.
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